Hola mi nombre es Bea, tengo 18 años y esta es mi historia…
Nací en un pueblo pequeño y tradicional, siempre he sido una niña ejemplar muy casta y pura, nunca tuve novio, a pesar de ser agraciada físicamente y siempre fui muy estudiosa… No era popular en el pueblo, salía con mis amigas, pero nunca me hacía destacar, hasta que una noche de verano descubrí un hobby que se está empezando a convertir en mi estilo de vida…
Era la noche de san Juan, y en mi pueblo para esta fiesta se suele hacer la típica hoguera donde la gente tira papelitos y pide deseos… La verdad es que nunca creí en eso. Esa noche me puse un vestido blanco, cortito y con escote, con un tanga fino, ya que el vestido se transparentaba bastante…
Estaba con mis amigas sentada en unos bancos de un parque cerca de donde se estaban celebrando las hogueras cuando vimos aparecer a un grupo de chicos bastante conocidos en el pueblo que se acercaron a nosotras y entablamos una conversación bastante entretenida… Estuve notando durante un buen rato la mirada de un chico, Ernesto es su nombre, y su mirada me dejó pillada toda la noche. Pasado un rato me empecé a sentir cansada, pues no era yo una chica que solía salir mucho de fiesta, en ese momento dije que me iba y Ernesto se ofreció para llevarme a casa en su coche, aunque no lo conocía de mucho acepté, pues me encontraba muy cansada…
De camino a mi casa íbamos los dos callados, no pude evitar ver su gran paquete, el cual, por el tamaño que se apreciaba yo diría que estaba empalmado. El vio como lo miré, y cambio el rumbo del coche hasta un descampado que hay en las afueras del pueblo, paró el coche y dijo mientras acariciaba mi muslo “¿te gusta?”. Esas fueron las únicas palabras que se escucharon en toda la noche…
Comenzó a besarme muy suavemente mientras introducía su mano entre mis muslos, noté como me humedecía y sentí la necesidad de tocar su miembro, así que comencé a acariciarle el paquete por encima de los pantalones mientras el ladeaba mi tanga, yo abrí bien las piernas y el comenzó a masturbarme con una delicadeza que jamás imaginé. Cada vez estábamos más excitados y como no estábamos cómodos en el coche salimos de él y nos recostamos en la poca hierba que había en el suelo. El me quitó el vestido lentamente mientras besaba mis muslos, mi barriga y finalmente mis pechos. Me quitó el sujetador y empezó a masajearlos a la vez que los lamía y mordisqueaba mis pezones. Poco a poco fue bajando con su boca hasta llegar a mi sexo bajó el tanga y noté como jugaba su lengua con mi clítoris, mis gemidos se oían desde largo y sentía ganas de que me penetrase. Sin dudarlo le aparté la cara de mi entrepierna y lo recosté, le quité los pantalones y el bóxer rápidamente, nunca antes había visto un pene, insisto en que yo era de las chicas más castas del pueblo y jamás me hubiese imaginado en esta situación… Pero mi cuerpo me lo pedía, comencé a darle pequeños besitos en el pene mientras él se estremecía del placer, no tardé en introducirme su miembro en la boca, lo que me cabía, ya que no me cabía entero (he de decir, aun no sabiendo mucho del tema, que el chico estaba muy bien dotado) Comencé a jugar con mi lengua mi cabeza se movía ágil, me gustaba la textura y cada vez me sentía más excitada. En ese momento me agarró y me acostó en la hierba, me abrió de piernas y comenzó a introducirme el pene, me hizo daño y además no entraba entero, le insistí que siguiese introduciéndolo, pero no cabía, Lo sacó, hasta la punta y con un golpe de fuerza lo introdujo entero, me causó tanto dolor que las lágrimas se me escurrieron por las mejillas, pero a partir de ese momento todo era placer, sentía como movía sus caderas mientras me acariciaba los pechos, los cuales votaban cada vez que me penetraba, sentí como me mordía los pezones… Llegó el momento del éxtasis y sacó el pene para no correrse dentro de mí, yo, llena de curiosidad le dije que lo acercase a mi boca, quería saber cómo sabía ese líquido del que, aunque poco, había oído hablar. Comencé a masturbarle y no tardó en vaciarse en mi boca y mis pechos, sabía amargo, pero me gustaba. Le di un beso en la punta del pene antes de incorporarnos, era mi manera de darle las gracias. Me limpié con un pañuelo los restos de semen, nos vestimos y me llevó a mi casa, no dijo nada, ni yo tampoco, pero acababa de descubrir algo que cambiaría mi vida, el sexo.
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