sábado, 6 de agosto de 2011

Reflexión

Mira a tu alrededor, ¿Quién hay a tu derecha? ¿Tienes alguien a tu izquierda? Acaso… ¿Estás solo? ¿O sola? No estoy escribiendo esto para hacerte yo las preguntas, no quiero saber nada de ti, solo quiero que te des cuenta de quién eres. ¿Te acuerdas de cuando eras pequeño? ¿Crees que ha cambiado tu forma de ver el mundo? Recuerdo una historia de cuando era pequeño…
“No tendría yo más de 5 años, estaba en mi casa jugando con mis numerosos juguetes, pero había uno que era mi preferido, mi rana de peluche. Siempre, jugase a lo que jugase, mi rana entraba en el juego, ya fuese a los vaqueros, a los alienígenas… Un día, pasados dos años, mis amigos vinieron a mi casa a jugar, con sus action man, relucientes y envidiables. Yo saqué mis juguetes de toda la vida, y por supuesto, mi rana de peluche. Al ver la rana se empezaron a reír de mí y se fueron. No tardé ni una semana en pedirle a mi madre que me comprara el action man, y allí lo tenía. Cuando quedaba con ellos me lo llevaba, jugaba con él y era el niño más feliz del mundo, pero cuando estaba solo en casa cogía mi rana y dejaba el action man a un lado. Pero poco a poco, el action man fue tomando prioridad en mi vida, y dejé de lado a ese peluche que me había hecho tan feliz durante tanto tiempo…”
No puedo evitar comparar ese comportamiento con otro comportamiento que tuve… Yo conocía a una chica de hace tiempo, nos gustábamos, todo hay que decirlo, me ponía muchísimo. Empezamos como amigos, pero la cosa se fue calentando y no pude evitarlo. De que me di cuenta estaba con ella en una habitación, acariciando su cuerpo y mordiendo sus pezones… La oía gemir y suspirar, quería hacerla llegar al cielo… No fue el único encuentro que tuvimos, nuestros cuerpos se buscaban y en contadas ocasiones se encontraban. Pero había algo que no se podía perder: la amistad. No puedo calcular el cariño que llegué a sentir por esa chica, no puedo decir que no me enamoré de ella, tampoco puedo decir que lo hice… Solo sé que no hubiese cambiado ni un beso suyo por todo el oro del mundo… Pero pasó el tiempo, y como toda pareja tuvimos nuestros roces, apenas 2 personas sabían de nuestros encuentros, y la relación se volvió fría y problemática. Ya solo quedaba la gran amistad que nos unía, aunque nadie era capad de amortiguar la tensión sexual, y en un último encuentro nos juntamos en su casa, para tomar un café… Ella iba vestida normal, no le gustaba mucho arreglarse… Y yo iba con una camiseta que me encanta y un pantalón de chándal, pues es lo que más comodidad me daba. Nos sentamos a tomar el café y mantuvimos una conversación bastante amena, estuvimos de risas, chistes y buen rollo en general toda la tarde. Pero ya cuando me iba a ir la cosa se fue calentando, no dejaba de mirarle los labios al igual que ella a mí. Me acerqué tanto que nuestras frentes y narices se juntaron, sentía su aliento en mi boca, pero quería más… Comencé a besarla y acariciarla, apenas tardamos un minuto en estar desnudos, encima de la cama… Mis manos se posaban en sus pechos y en su sexo, quería oírla gemir… Le abrí las piernas y la penetré durante unos minutos, pero no era eso lo que quería, me la sacó y se agachó a hacerme el hombre más feliz del mundo… ¡Qué boquita! Mi pene se deshacía en su boca como un caramelo, estaba tan excitado que necesitaba correrme en ese mismo instante. La tumbé en la cama y me puse encima de ella. Sabía lo que quería, se puso a masturbarme y le dejé mi precioso regalo en sus pechos. Ahí terminó nuestra tarde de café, pero lo que no sabía es que ahí iba a terminar todo… Al día siguiente volví a quedar con ella, pero otra me dijo que quería verme esa misma noche, y no pude resistirme… No sé cómo pude olvidarlo, pero todo el cariño que sentía por esa gran amiga desapareció al ver la gran noche que me esperaba, sin complicaciones… Y entonces descubrí que podía ser feliz con alguien que no fuese ella, y la desprecié sin más… Sé que ella me quería, es más, puede que aún me quiera… Pero en ese momento miré por mí, quería ser feliz, y pensé “Si una persona me da 10 quebraderos de cabeza y la otra solo me da 2, ¿por qué tengo que aferrarme a esa?” Y así fue como la perdí…
Y hoy no puedo evitar pensar en aquella chica… y en aquella rana. Ambas cosas han significado mucho para mí, pero yo, el cual siempre defendí que iba en contra de la mayoría, el cual dije que haría de este mundo un mundo diferente me doy cuenta de que me dejé llevar por el egoísmo…
No valorar el cariño que te dan es algo que te hace ser insignificante y pequeño. Es cierto que dos personas distintas te pueden dar el mismo cariño, pero despreciar el cariño de una por el de otra es el mayor error que se puede cometer…
EN LA VIDA SE PUEDEN COMETER ERRORES, PERO AQUELLOS QUE TE HACEN PERDER A UNA PERSONA SON LOS MÁS GRAVES QUE PUEDAS COMETER.
Si algo duele más que perder a alguien que quieres es perder a alguien que te ha querido.