domingo, 11 de enero de 2015

Diario de C.P.R. 11/01/15

A veces no entiendo la cara de gilipollas que se me queda cuando me ilusiono por conseguir algo que sé de hace mucho tiempo que está perdido.

Y al principio todas las mañanas te levantas ilusionado, pensando en esa nueva meta. 
Y un día caes.
Pasan los días, las heridas sanan, olvidas la caída y te levantas.
Y comienzas a levantarte con ilusión de nuevo.
Esta vez lo vas a intentar y más fuerte que la vez anterior.
Coges aire.
Saltas.
Te comes el mundo.
Y caes.
Esta vez las heridas duelen más, te levantas y vuelves a caminar, pero ya no tienes ganas de saltar.
Y caminas, vuelves a curar tus heridas, las cicatrices se hacen más anchas y visibles, pero sanan.
Y pasan los días y ya no te duele al andar.
Y piensas ¿qué pasará si vuelvo a saltar?
Pero frenas, no quieres más heridas.
Dudas, piensas que no lo hiciste del todo bien.
Oyes una voz de ánimo y sientes una mano que te empuja.
Ilusión ¿has vuelto?
Saltas.
Brotan dos alas de tu espalda.
Majestuosas.
Vuelas, vuelas alto.
Ya casi lo tocas.
Abres los ojos.
Y caes.
Apenas puedes levantarte.
Empiezas a no querer caminar.
Una mano tira de ti.
Caminas, despacio.
Observas a la gente saltar.
No quieres, no puedes más.
NO PUEDO MÁS.
Me dices.
"Hazlo, tú puedes, lo sé".
Y junto a la voz de nuevo esa mano que te empuja.
Ilusión, no por favor, vete.
Y vuelves a volar.
Pero miras al suelo, ves que te elevas y ya no disfrutas.
Sientes miedo.
Abres los ojos.
Ya no son simples heridas.
Ya no.
Qué cruel la vida cuando te da alas para después cortártelas.
¿La vida?
No, la vida no.

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