No puedo evitar acordarme de tu reflejo penetrándome cada vez que me miro en algún espejo...
Lo recuerdo todo perfectamente, era una tarde como esta: calurosa y aburrida, y decidí darme una vuelta por el centro comercial.
Había bastante gente, que yo creo que estaban ahí más por el aire acondicionado que por las propias tiendas. Y ya aburrida de no ver nada decidí bajar a por el coche al parking...
Fue en a puerta del ascensor donde te encontré, ahí paradillo y mirándome de reojo las piernas y el vestido. Me ofreciste caballerosamente que pasase primero y yo te respondí con una sonrisa.
Ya dentro del ascensor no mantuvimos ninguna palabra hasta que de repente se paró de golpe y se apagaron las luces, quedando la luz de emergencia encendida con la que, la verdad, se veía bastante bien.
"Se ha tenido que ir la luz"
Y nos quedamos en silencio, escuchando las voces de la gente del centro comercial, y algún que otro grito.
Te acercaste poco a poco y me susurraste al oído
"Qué bien te sienta ese vestido."
Y cogí tu mano para colocarla en mi culo por debajo del vestido. Debió de gustarte porque lo agarraste con fuerza y te colocaste delante de mí.
"Si parece que eres una niña muy traviesa..."
Y me empujaste contra ti, besándome y acariciándome el cuello suavemente. Notaba claramente tu erección y también que aquello que sentía entre las piernas no era sudor... Comenzaste a darme besitos en el cuello y pequeños mordiscos en la oreja que me hicieron coger tu mano y meterla en mi entrepierna que ya estaba muy mojada...
Hundiendo el dedo en el tanga empezaste a masturbarme mientras yo no podía parar de suspirar. Me sacaste una teta por el escote del vestido y empezaste a morderme el pezon mientras tu mano cada vez estaba más dentro.
"Tienes los muslos chorreando"
Y me agarraste por el culo y me subiste encima de ti, apoyando la espalda contra la pared y agarrándome a tu cuello. Primero me penetraste muy suave, para luego empezar poco a poco más duro.
Pero cuando estabas a punto de correrte me bajaste y me pediste que me pusiese de rodillas.
Abrí la boca y comencé a masturbarte, y no tardaste mucho en dejarme la cara llena de semen.
Pero aún no habíamos terminado, te cogí del hombro y te invité a que tú también te arrodillaras para que empezases a beber un poquito de mí.
Y recuerdo cómo alcancé el cielo con una pierna sobre tu hombro, mientras tu otra mano me agarraba el culo.
No tardó mucho en volver la luz. Al salir del ascensor me guiñaste el ojo y acariciaste la cara con un gesto muy tierno.
Pero la ternura no había tenido sitio entre aquellas 4 paredes.
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