Otra vez y otra vez… ¿Es que no pueden parar ni un solo día? En el sótano, en el ascensor… Y por no hablar de cuando lo hacen en su casa, que se dejan todas las ventanas abiertas y es prácticamente imposible no escuchar los gemidos… Mi nombre es Roberto y soy un vecino furioso, bueno, furioso… Mejor dicho envidioso, aunque hay que decir que sin mis dos queridos vecinos mi vida sería mucho más aburrida. El otro día oí los gemidos de esa adorable muñeca en el sótano, quise bajar a decirles que pararan pero no pude, lo primero por la erección de caballo que tenía y lo segundo porque yo también quería disfrutar. Me masturbé como hacía años que no lo hacía, y en ese momento decidí que ellos me iban a ayudar a salir de esta rutina de pornografía en la que estaba metido, para contemplar sexo en directo, o por lo menos para oírlo. Los gemidos de esa nena es que me vuelven locos, la otra noche me acosté después de haberme masturbado oyéndola gemir en el piso del vecino, tuve un sueño que no voy a olvidar fácilmente…
Yo estaba tumbado en el sofá, y ella apareció saliendo de mi cocina con un delantal… Solo con el delantal. Le dije “Nena, ¿qué me has preparado para cenar?” Ella no dijo nada, solo me llevo a mi habitación, me tumbó en la cama y se sentó encima de mi cara con las piernas abiertas, con ese precioso manjar en mis labios ¿Quién podía resistirse? Comencé a comer con un gusto que jamás había sentido mientras con una mano me masturbaba. Pasado un rato, le dije que si ella no cenaba a lo que me contestó “yo ceno poco, un poco de leche y a la cama” y me puso una sonrisita dulce. No tardó en quitarse de encima de mi boca y bajar hasta mi pene, comenzó a succionarlo y acariciarlo… Sus labios, lengua y manos se movían de una manera tan rítmica y maravillosa que no podía más de la excitación, la quité de mi pene y la tumbé y la abrí de piernas, comencé a penetrarla rápida y bruscamente y…
...me desperté. Estaba encima del sofá, sudado y me había corrido. Me limpié, esa noche no me iba a hacer falta masturbarme más veces….
¡Un momento! Los estoy oyendo, si, están en casa de ella, y desde la ventana de mi baño se ve perfectamente su habitación, apaguemos luces, escondámonos detrás de las cortinas que va a empezar la función…
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