lunes, 16 de diciembre de 2013

Olla

Como si de una olla con agua hirviendo se tratase, subiendo las burbujas deseando escapar, moviendo la tapa como si de un momento a otro fuese a reventar...

Porque hay momentos en los que podemos hablar durante horas, monólogos y monólogos y a pesar de todo no decirnos nada. Y luego con una mirada arreglar el mundo, ver las cosas más sencillas, más pequeñas y manejables... Una mirada que puede abrirnos los ojos o cerrárnoslos.
Pero no, detrás de esa mirada, de ese mundo sencillo no nos conformamos, nos preguntamos el por qué de ese mundo tan sencillo, le buscamos una y mil pegas y volvemos a pensar sin pensar y a hablar sin hablar.
Porque no, si has pensado ya 10 veces en la misma cosa y no la ves clara es que quizás está todo lo clara que debe estar. Quizás la claridad que necesitas ya no cabe en las palabras, quizás solo necesitas dejar de mirarlo para lograrlo ver.

Y así pasa que la cosa más sencilla, la más clara del mundo la hacemos difícil y enredosa, y nos enredamos con ella.

Y a veces me pregunto... si de verdad merece la pena tanto enredo.

El mejor enredo que existe es el de los cuerpos desnudos sobre la cama. El de las lenguas que se refugian debajo de los labios que no quieren dejar de besar.

Y a veces me pregunto por qué no soy capaz de condensar los pensamientos, como una pastilla de "avecrem" que hierve en mi cabeza.
Que hierve siempre con la tapa cerrada.

Y no sé por qué he tenido que borrar tantos párrafos antes de publicar esta entrada. Solo sé que podría pasarme la noche escribiendo y a pesar de todo, no decir nada.

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