Tenía unos ojos pequeños, marrones, tristes... de lo más comunes. Mas algo extraño tenían, pues cada vez que parpadeaba desaparecía el mundo...
Sus manos estaban ásperas y frías, pero las tocaba con la mayor delicadeza del mundo, sintiéndolas como seda entre los dedos...
Su aroma inconfundible. Perfume que impregnaba mi piel después de aquellas caricias...
Sus besos: dulces, suaves... Pero que siempre me dejaban un sabor intenso en los labios.
Sus abrazos interminables, sus susurros al oído...
Todas y cada una de sus sonrisas.
Aquellos silencios en los que compartíamos las conversaciones más profundas...
TODO.
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